8 de febrero de 2015

Aceptarnos como somos

Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.

El roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el pino.

Volviéndose hacia el pino lo halló caído porque no podía dar uvas como la vid.

La vid se moría porque no podía florecer como el rosal.

La rosa lloraba por no ser fuerte y sólida como el roble.

Entonces encontró una planta, un clavel florecido y más fresco que nunca, el rey le preguntó: ¿cómo es que creces tan saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?

La flor le contestó: "quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías claveles, si hubieras querido un roble, lo hubieras plantado, en aquel momento me dije: intentaré ser clavel de la mejor manera que pueda... y heme aquí, el más hermoso y bello clavel de tu jardín.

Vivimos marchitándonos en nuestras propias insatisfacciones, en nuestras absurdas comparaciones con los demás: "si yo fuera", "si yo tuviera", "si mi vida fuera"; siempre conjugando el futuro incierto en vez del presente concreto; empecinados en no querer ver que la felicidad es un estado subjetivo y voluntario.

Podemos elegir hoy estar felices con lo que somos, con lo que tenemos; o vivir amargados por lo que no tenemos o podemos ser.

Sólo podremos florecer el día en que aceptemos lo que somos, que somos únicos y que nadie puede hacer lo que nosotros vinimos a hacer.

Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y pronto estarás haciendo lo imposible.

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