9 de enero de 2015

La hija del molinero

Hace muchos años, cuando las personas podían ser encarceladas por sus deudas, un molinero tuvo la desgracia de deber una gran suma de dinero a una prestamista.

A este prestamista, que era viejo, gordo y feo, le gustaba la hermosa hija del molinero, entonces le propuso un "negocio", le dijo que le cancelaría la deuda y no lo enviaría a la cárcel a cambio de la hija se casara con él.

Tanto el molinero como su hija se disgustaron ante la propuesta.

Entonces el astuto prestamista les propuso que el azar decidiera la suerte de ellos.

Les dijo que pondría una piedrita negra y otra blanca en una bolsa vacía, y que la joven tendría que sacar una de las piedras.

Si sacaba la piedra negra, se convertiría en su esposa y la deuda del padre quedaría cancelada.

Si sacaba la piedra blanca, se quedaría con su padre y la deuda del padre quedaría cancelada.

En tanto, si se negaba a extraer la piedra, el padre iría a la cárcel y ella moriría de hambre.

El molinero consultó con su hija y ambos aceptaron de mala gana.

Estaban al costado de un arroyo, en un camino cubierto de piedras.

Mientras hablaban, el prestamista se agachó a recoger las dos piedras.

Cuando lo hacía, la joven, con la vista aguzada por el temor, notó que tomaba dos piedras negras y las metía en la bolsa.

La muchacha metió la mano en la bolsa y extrajo una piedra. Sin mirarla, la dejó caer como por torpeza en el camino, donde inmediatamente se perdió entre las piedras.

Qué torpeza de mi parte, dijo, pero no se preocupen: si miran en la bolsa podrán decir que piedra saqué por el color de la que queda.

Obviamente en la bolsa quedaba una piedra negra, y el prestamista no se atrevió a admitir su deshonestidad, por lo tanto, quedó cancelada la deuda y la joven permaneció con su padre.

Así, utilizando la creatividad, la muchacha convierte lo que parecía una situación imposible en otra sumamente ventajosa. En realidad estaba en mejor posición que si el prestamista hubiera sido honesto y hubiera puesto las piedras correctamente en la bolsa, pues habría tenido una sola posibilidad de salvarse.

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